Si estás ocios@, al final de esta página puedes entretenerte con los rinconcitos que a mí me entre-tienen encandilada



31 octubre 2006

Va de brujas...



Aún no ha despuntado el día cuando mi gato negro y mimosón pasea sus bigotes entre mis piernas buscando mis caricias, rozándome con su cola larga y peluda una y otra vez. En uno de sus pases, un hilo de mis medias se queda enganchado en sus uñas y un pequeño agujero comienza una carrera que termina en uno mucho más grande. Mis medias parecen ya un colador e intento mitigar esta semejanza haciendo cada día uno y otro recosido que le confieren un aspecto nada favorecedor.
Estiro mis brazos, y al compás, esbozo un bostezo largo y sonoro que hace las veces de un despertador.
De un salto brinco de mi cama y me enfundo dentro de mi vestido largo y negro confeccionado con un tejido que recoge toda pelusa y pelusilla que vuela a su alrededor.
Mi desayuno hierve en la olla que he dispuesto con el fin de darme un gran banquete solo comenzar este nuevo día.
Mientras una de mis manos le alcanza la leche a Felpudo, mi gato, la otra logra asir el sombrero que me da ese aire que tanto me gusta.
Por fin llevo mi atuendo al completo. ¡Cómo me gusta ser bruja!
Tras engullir las ancas de dos ranas, la cola de una lagartija y un tazón lleno de babas de caracol, de un salto monto en la escoba que me aguarda en el alfeizar de la ventana. Salgo volando abriéndome paso entre la niebla espesa que cubre la ciudad.
Desde el cielo apenas puedo divisar a los mortales que se dirigen a sus trabajos y alguno que otro que regresa a casa en busca del sueño reparador tras una noche de faena.
Todavía no he sobrevolado la ciudad cuando me cercioro de que me he olvidado algo. Miro hacia abajo y veo como el dedo gordo de uno de mis pies sale por un agujero de las medias a rayas que llevo puestas desde la noche anterior: olvidé las botas y con ellas casi mi cabeza.
Al entrar en casa, Felpudo me recibe con una mueca de asombro por la rapidez de mi regreso, ronronea dos veces y vuelve a su cama después de comprobar cómo me meto dentro de mis botas de tacón alto y larga puntera y salto de nuevo encima de mi escoba.
De nuevo en la calle impulso mi escoba y subo al cielo y en unos instantes mi casa parece del tamaño de una nuez.
Un sonido estridente suena dentro de mi bolsa. Es el pitido de mi teléfono. Un mensaje aguarda a ser leído. Dejo mi escoba en ralentí apoyada en una nube y lo leo. Mis amigas, las brujas, que no, las brujas de mis amigas, me convocan a la cena anual de meigas en medio del carrascal.
Me dirijo hacia allí y tras repetir por tres veces nuestras respectivas contraseñas de brujas, podemos ir tomando asiento alrededor de un árbol milenario cuyas ramas se mueven como brazos de gigante.
Es la reunión más importante del año. Allí compartimos nuestras experiencias y avatares; reímos y lloramos juntas; comemos y merendamos las viandas con que nos agasaja Teodora, la mayor del grupo que conoce bien sus funciones como bruja veterana. Bailamos y cantamos hasta quedar afónicas y a falta de quince minutos para medianoche nos damos nuestro abrazo secreto, el abrazo conjunto que nos recarga de energía para caminar y volar por separado durante un año más. Nos deseamos lo mejor y nos citamos para el año siguiente.
Como siempre, se trata de un abrazo largo, cálido y amoroso, energético, lleno de guiños de complicidad.
Con nuestro último grito de guerra nos separamos de repente y tras siete palmadas, seguidas de tres agudos gritos y diecisiete volteretas, regresamos a nuestras escobas.
Sobrevolando la copa del árbol de más de mil años, enfrentamos nuestras miradas, en un mismo instante bajamos nuestros párpados y pedimos nuestro deseo: con quien pasar esa noche.
¿Quieres ser tú?
¡¡¡Feliz Halloween!!

30 octubre 2006

Rodeando el lago de Estanés

La distancia entre coches se mide en color azul y el maquillaje de uñas es para sandalias de verano.
Los GR no son matrículas granadinas sino balizas para montañeros y domingueros como yo, en un intento de no extraviarnos en nuestro camino.
Nunca he plantado un árbol ni he escrito un libro, pero por primera vez colaboré en señalizar un camino que ocultará la nieve venidera, construyendo mi primer hito.
Fue la primera vez; la primera vez que vi un sarrio en su montaña, que escuché, en medio de un silencio que inundaba mis oídos, el ruido que provocaban sus saltos en las piedras.
La primera vez que supe que del calor al frío ante un sol espléndido hay un paso y que ropas húmedas deben ceder paso a las secas, aún a cambio de un tímido semidesnudo.
Que lanzar al aire la hojarasca del sendero, chapotear en los caminos encharcados de agua y cambiarme de tampax en medio de la caminata se tornan en un juego especial cuando mis pasos son precedidos por un experto lazarillo.
Que dormir mi cansancio entre tus caricias es un placer de dioses y que éstos últimos son los artífices que envolvieron al sol entre lazos de regalo para obsequiarnos con este día maravilloso.
Hoy ni siquiera protestan mis piernas y la quietud del lago de Estanés sigue tatuada en mi retina.

En este blog cuelgo imágenes que encuentro por la red. Si al autor o autora de alguna de ellas le molesta que así lo haga, sólo tiene que hacérmelo saber y las quitaré de inmediato. Gracias.

¿Quién es Aprendiza?

Mi foto
Aprendiza de risas, de la vida, del arte de amar, del mundo, del universo, de ti si deseas compartir conmigo. Para los amigos, Aprendiza, sin más.