Por fin estoy de alta, que es lo que más combina con mi estatura y he dejado atrás un peregrinaje por médicos que me han puesto realmente mala.
Ya decía que estar de baja me sentaba fatal, yo, que siempre he tenido este metro setenta y cinco -sin tacones.-
Todo comenzó cuando monté en la montaña rusa. Sube, baja, vuelve a subir, y ahora baja en picado, y ahora coge fuerzas de nuevo para remontar... Sabía descender con los brazos en alto como en el Dragon Khan. Así que un día, al levantarme, la vida quiso echarme un pulso y lo consiguió. No pude ponerme ni de pie. Ella entera me empujaba hacia un abismo que no tenía fondo ni un camino por el que guiarme.
El primer médico que me visitó, un traumatólogo mal follado, no consiguió que me suicidase a pesar de su intención sibilina. Sin más que con una burda radiografía de hospital de pueblo me diagnosticó una artrosis cervical degenerativa, que iría acompañada de dolores y vértigos y bla, bla, bla.
- Usted tiene unos picos de loro en las cervicales...
-¡Pero qué chorrada, usted se equivoca, si yo lo que tengo es un pico de oro impresionante. Haga el favor de quitar esa ele de mi diagnóstico -le espeté empezando a enfadarme.
Creo que lo dejé con la palabra en la boca cuando estaba aconsejándome mi epitafio. No quise ni pedirle el número de colegiado porque Aprendiza, cuando tiene mala hostia, es la peor, así que preferí obviar sus sandeces.
Pero el miedo se instaló en mi cuerpo y decidió a habitar en él durante un buen tiempo.
Después de esta noticia tan halagüeña mi cuerpo ha sido objeto de estudio por inmumerables especialistas de la medicina.
- Mira Aprendiza, debes beber mucho para orinar más y limpiar bien tus riñones -me dijo el urólogo-.
-Pero si yo estoy todo el día meándome de la risa. Qué insensatez... -repuse mientras recogía los volantes para varias pruebas exploratorias.
- En esta gammagrafía se ven unas manchitas en tus ovarios... -dijo la ginecóloga.
- ¡Bah! Qué manchitas ni niño muerto... Que tengo un par de ovarios bien puestos y los necesito para toda la vida repuse convencida de mi afirmación.
Sé que el médico rehabilitador se enamoró de mí. Cada tres semanas me cita y me propone nuevas tandas de rehabilitación. Me quiere dejar la cadera como nueva y no pierde empeño en ello. Yo estoy segura de que le gusta rotarme la pierna por la altura de mis abductores y ver cómo me retuerzo de dolor, pero eso le debe poner.
El especialista en Rayos X ya empezaba a coger confianza conmigo.
-¿Qué tal Aprendiza? Tú otra vez por aquí -me dijo en alguna de mis citas mañaneras con la radiación.
Menos mal que hemos terminado, que si no, me larga su número de móvil cualquier día de éstos.
-Tienes el sentido del equilibrio un poco "tocado"- me dijo con mucha dulzura una otorrina.
Yo no daba crédito, yo que soy una libra de tomo y lomo, ordenada y pulcra que no puede ver ni un cuadro mal colgado.
Pero sí, mi vida últimamente se ve involucrada en altibajos y mi oído me advirtió que estaba cansado de soportarme, así que me hizo un corte de mangas la parte del cerebelo que controla esto de los equilibrios y me dijo:
-Ponte las pilas Aprendiza, haz el favor de coger la capa y torear la vida de frente y con dos ovarios (por esto que los tengo sanos, lo sé, porque los necesito como el respirar).
Y en ello estoy mis niños y niñas, echándole un par, riendo como loca cuando me lo permito, aprendiendo de la vida a borbotones, aprendiendo a discernir entre lo bueno, lo menos bueno y lo malo. Casi un mes y medio de retiro laboral me ha permitido estar atenta a cómo rueda el mundo a mi alrededor y cómo se mueven sus elementos. Sé mucho más de cada uno de vosotr@s pues os he visitado con más asiduidad. Sin embargo hay días que me siento como en pañales cuando me observo a mí misma. Pero por lo menos me veo, soy consciente de ello y sé que cuando tenga las ganas me pondré manos a la obra y esculpiré a Aprendiza como la persona que me gustaría ver cuando me miro al espejo.Hoy he vuelto al tajo y me ha sorprendido cuando me preguntaban mis compañeros:
-¿Ya estás buena?
Pero qué tontería, madre, si yo he estado buena siempre. Si soy un bomboncito.
¡¡¡Salud!!!
Poul A. Costinsky