Si estás ocios@, al final de esta página puedes entretenerte con los rinconcitos que a mí me entre-tienen encandilada



30 noviembre 2006

Privilegio


Hay personas en mi vida con quienes me une un vínculo tan maravilloso, y no precisamente porque ocupen un lugar privilegiado en mi corazón que, cuando pienso en ellas, pienso en vacaciones, soles y colores.

Una de ellas es la pareja recién estrenada de mi amiga la mexicana. Es un hombre que me infunde paz y cuya sonrisa y mirada van repletas de bondad.

El otro día cumplió años y a su casa fuimos todos a parar.
Además de estrenar año y pareja, ambos estrenaban nido.
Organizaron una fiesta entrañable en la que disfruté de lo lindo.

Mi felicidad aumenta cuando estoy rodeada de estos seres a los que quiero, así que cuando me reúno con mis amigos, soy inmensamente feliz.

No sé qué hormonas debe producir mi cuerpo cuando siente de esta manera, pero es una sensación muy placentera.
Ocurre que mi cuerpo experimenta una reacción especial: me apetece mucho reír, bailar, abrazar... me siento contenta y alegre.

Estuve tan sólo dos horas, pues me esperaban detrás de las montañas para una cita hermosa, así que fueron pocas, pero exprimidas al máximo. Compartí con todos mi felicidad y sus dichas.

A destacar la presencia de la mar profunda , ahora aprendiza de besos, del macarra de ceñido pantalón, mensajero del amor con su mirada, del taxista de noches de cine lluviosas y tormentosas, de la poeta del amor y del desamor y, como no, del que hoy es su gran muso.
A través del teléfono también compartió mantel con nosotros la fantasía ilusionada con habernos abrazado en persona.


A veces pienso que soy una mujer muy privilegiada. Otras estoy absolutamente convencida de ello.

29 noviembre 2006

Enseñando y aprendiendo...


Soy profe, seño de letras, sonidos y palabras.

Llevo de la mano a peques que se traban la mente con lápices y cuadernos, que se sienten náufragos en el mar de la lectura.

Ver sus bocas descifrando una palabra es la imagen de la dificultad.

En el aula creamos cuentos para el sonido de cada letra y sus comienzos en el apasionante mundo de la lectura dan el pistoletazo de salida con relatos inverosímiles donde las erres van en moto, las eles las miran, altaneras y espigadas, las eses les mandan guardar silencio mientras las jotas toman una pastillita para el carraspeo de garganta.

Les acojo como gallina clueca y les ofrezco útiles para un aprendizaje dulce y, espero, duradero.

Pero lo que realmente me siento es alumna.

Alumna de la vida, aprendiza de risas, discípula del mundo, de todos los sabios que a diario me entregáis pautas para respirar con calma.

Decido aprender cada día a vivir esta vida sin desalientos, miedos ni sobresaltos.

Pero a ratos me siento en pañales. Como mis alumnos, tartamudeo en el intento. Entonces, vosotros, sin propósito y sin tiza, me vais enseñando las palabras oportunas para que mi vida vaya escribiendo su relato con momentos de felicidad, amor, seguridad, paz,...

Aprendo de todos: del que me habla, del que me escucha, de vosotros, de mi hijo, del que me cede el paso...

De “ti” también

Gracias ;-)

27 noviembre 2006

Una tarde de domingo


Es domingo
su tarde tonta
sola
me encanta estar sola en casa
acompañada tan solo por música
a todo volumen
me hace sentir bien

la música y yo

elijo un disco
comienzo a cantar

mucha ropa y pocos armarios
el sábado compré uno
voy al dormitorio
tarde de traslado de ropa

abro el armario y de pronto
el amor cosido a retazos en papel
que duerme dentro de cajas
me llama

una caja, otra, otra
deshago el lazo
y las notas comienzan a salir

mil te quiero revolotean por la alcoba
otros te amo bailan entre las almohadas
el cariño de otro tiempo danza entre mis manos

recuerdos de amor
reliquias de cariño empaquetado
maravilloso haber sido amada
recojo el amor con mis manos
lo guardo en sus cajas
maravilloso saberse hoy querida

24 noviembre 2006

Llegaron los primeros fríos...


Llevo unos días en los que el 100% no es la definición de mi estado físico.
Anteayer me puse en pie y comprobé que mi cabeza no estaba bien. Un ligero dolor generalizado recorría mi cuerpo mientras las saetas del reloj corrían veloces a las ocho.
Una reunión importante me animó a darme la ducha pertinente que a buen seguro iba a despertarme. Delante del espejo me hice un bonito “Rembrandt” y me fui al cole. Cogí lo necesario y con un aspecto más que saludable, llegué a mi destino.
El tiempo meteorológico se había confabulado conmigo. Mientras las nubes exprimían un fino chirimiri, mi nariz hacía algo parecido.
Protegida del calabobos por una gabardina me abrí paso entre un centenar de profesores y, tal y como tomé asiento, mi nariz se taponó lo que desembocó en un tremendo dolor de cabeza.
Estaba en medio de la reunión y ligeros mareos me transportaban fuera de la sala. Era un auténtico peñazo de conferencia y yo comenzaba a tiritar. Estaba para meterme en la cama.
El sueño me amenazaba y la compañera que tenía al lado me sorprendió en varias ocasiones con los párpados cerrados. El silencio de los oyentes y el tono melodioso y poco entusiasta de los ponentes me servían en bandeja de plata la oportuna nana.
Un vídeo bastante colorista me hizo sobreponerme al sueño a pesar de que la siguiente ponente era auténticamente tediosa, carente de gracia e inteligencia pues se permitió escurrir entre los dedos un tema bastante interesante para acabar en nada.
Como siempre, la misma sensación: muchos euros a la basura gastados en minutas y dietas para ponentes y asistentes, reuniones desmadejadas y objetivos incumplidos.
Así es la administración pública, una mierda en muchas ocasiones.
Cuando llegué a casa hice por fin algo de provecho y me metí en la cama.
¡Una pena no haber tenido al lado una ‘bolsita de agua caliente’, de esas que siempre están a 36º y medio!
Me acordé de mi mejicana preferida y su frase más famosa:
“Hoy hace una día tequilero y cogelón”

21 noviembre 2006

Yo, de mayor,...


Mientras le daba la vuelta a la tortilla, ayer noche veía en la tele que hay en la cocina de mi casa un trocito de Operación Triunfo. Una musiquilla de Phil Collins me transportó muchos años atrás y giré mi cabeza hacia la pantalla. Un grupo de bailarinas medio horteras y bailarines amariconados bailaban al ritmo de la música y por momentos pensé:
Cuando sea mayor quiero ser bailarina de O.T.
¿Os imagináis lo divertido que tiene que ser trabajar bailando? La cantidad de endorfinas que se tiene que estimular en una jornada laboral... la cantidad de hormonas de la felicidad que se tiene que segregar cada día...
Nada, que ya lo tengo claro. Yo... bailarina de O.T.
PD: Ahora no tengo claro si era Phil Collins o quién narices era... Bueno, ¡qué más da!

17 noviembre 2006

Hay que ver...




El otro día escuchaba en la ducha:
las cincuenta personas más ricas del mundo cobran
lo que ganan no sé qué burrada de millones de personas pobres...
(Perdonad, pero no recuerdo la cantidad de millones,
era un número descomunal.)
El mundo siempre tan mal repartido...¡Una pena!

16 noviembre 2006

¿Cómo suena esa estrella?


Clic. Enciendo un foco del pasillo para que la primera luz del día no le dañe los ojos y su despertar no sea brusco.
Es el mejor momento del día para mí.
Aún no he abierto bien mis ojos, que voy a su cama y me siento junto a él.
Está calentito, plácido y profundamente dormido. Es perezoso como su madre, tremendamente perezoso, así que esta tarea del despertar nos lleva tanto tiempo como para llegar siempre tarde a nuestros quehaceres diarios.
Es todo un ritual. Mi tono de voz es el más dulce de toda la jornada que se abre ante nosotros. Mi voz tierna, el volumen suave y mis manos ávidas de dar caricias y arrumacos. Le beso en la cara. Apenas reacciona ante mis carantoñas, pues el sueño en el que está sumergido es aún profundo. Me meto en la cama junto a él e inconscientemente me hace un sitio y me abraza. Nos enroscamos bajo las sábanas y, aunque el tiempo pasa vertiginosamente a esas horas de la mañana, parece no importarnos. Le paso la mano por las piernas dándole cachetitos para que vaya desperezando, le hago cosquillas por los pies, le escribo cartas invisibles de amor en su espalda y comienza a despertar.
- ¿Cómo suena esa estrella, mamá?
- ¿Y la tuya, hijo, cómo suena la tuya? – le pregunto con la intención de entrar en su sueño.
Su silencio es su respuesta y continua durmiendo.
Me levanto. Subo la persiana y las caricias dejan paso a unas pequeñas sacudidas cariñosas a su cuerpo. Cuando abre los ojos le pregunto por las estrellas, por el lugar donde se encontraba unos instantes atrás y él me contesta con cara de extrañeza.
- ¿De qué estrellas me hablas, mamá?
- No importa, date prisa, mi vida, otra vez llegamos tarde... ¿Cruasanes o galletas?
- Cruasanes con chocolate.
Mientras él se viste y se asea le preparo un dulce desayuno, después de tomarlo, me da un beso y, cargado con una mochila llena de libros, se larga a clase.Otro día.

15 noviembre 2006

Los Lecherines

El amor mueve

montañas...

seis horas y media

me moví yo

para llegar a ellas...

¿es atrevido

decir

que

es

el amor

quien

me vuelve

cazallera

montañera

aunque entregue

la cuchara?

PD: chissttt, chisssttt... subí allí donde muestra la foto, aunque no había nieve todavía... ¡todavía estoy impresionada!!!

Fiel

Ella no se levantó de su cama en cuatro días.
Los pasó sin probar bocado. Apenas bebió agua.
Guardaba su ausencia sobre la almohada donde todavía permanecía su olor.
Unos ojos tristes, sin vida, como él, nos miraban cuando le alentábamos para que saliese de allí, para que retomase su vida cotidiana.
En el intento de levantarla, dejaba su propio peso haciendo la fuerza necesaria para indicarnos que no quería cambiar de estancia.
En los últimos seis meses de vida tan solo salía de casa para lo más necesario, y, en cuanto regresaba, como una flecha saltaba a la cama y se apoyaba en lo que fue el regazo de su dueño.
Fueron trece años de unión, de fidelidad, años en los que se prodigaron juegos, mimos y se proporcionaron el calor necesario en invierno y la calidez que siempre se necesita aún en el buen tiempo.
Anduvieron juntos por la vida y en cuanto él se fue, ella no hizo ningún esfuerzo por aguantar mucho más entre nosotros.
A los pocos meses nos dejaba y su alma iba en busca de su dueño.
Siempre fiel.

10 noviembre 2006

Un beso para ti

Unos recuerdos de mi amiga Fantasía han hecho que los míos afloraran de repente y pidieran a gritos ser escritos, así que, dejo mi boli deslizarse por la hoja de un bloc mientras mis alumnos recortan papeles de colores disponiéndolos en un precioso collage.


Bajo una ducha de tarde de domingo me abordó la fatal noticia. Un ring diferente seguido de otros muy insistentes me hicieron dejar un reguero de agua hasta mi mesilla. Descolgué el auricular y mi mirada se perdió en el horizonte. Tantos fines de semana yendo a verle y éste no me encontraba con él.
Recuerdo perder mi mirada en el fondo del espejo mirando sin ver mi cara cómo lloraba, mi cuerpo desnudo y mojado y la impotencia que se adueñaba de mí por momentos.
Sé que era la crónica de un desenlace anunciado. Esa horrible enfermedad del olvido le había dado la mano desde ocho años atrás y nos iba advirtiendo de una manera cruel que se lo llevaría más tarde o temprano. Pero nunca nos sentimos preparados para despedirnos definitivamente de quien queremos.
Un viaje rápido, excesivamente rápido hasta el pueblo que me vio nacer, me permitió darle mi último beso, mi último abrazo, decirle a sus ojos ya lacrados, que le quise con locura.

Ya han pasado cuatro años y medio desde entonces y no lo llevo conmigo cada día que pasa pero mis momentos más importantes los comparto con él.

Y ahora recuerdo como pequeños fotogramas, esos retazos últimos de su vida, contemplándolos como espectadora, viviéndolos con complicidad junto a él.
Estoy viendo esa mirada perdida, como de cristal, como a punto siempre de llorar.
Oigo sus palabras repetidas, el nombre de mi madre mil veces en el canto de sus labios. Ella fue su sosiego, su paz, el ser en quien siempre se apoyó, su refugio. Ni el Alzheimer pudo con el olvido de su nombre. Teresa fue el estribillo que cantó mil veces diarias.
Recuerdo su pudor en el primer baño que le di. Ahora era su hija quien le envolvía entre pañales, quien le extendía entre los pliegues de su piel, vieja y fina, la crema que tanto le aliviaba sus rozaduras.
Sonrío al ver esa sonrisa boba en su boca cuando le afeitaba dispuesto a su paseo en zapatillas por el pasillo de casa.
-¡Venga Daniel, unas gotas de masaje, que nos vamos de jarana!
Ya no puedo oler el aroma que tantas veces vaporicé sobre su piel, ese olor de niño grande recién salido del baño.
Y momentos más tormentosos. No... esos no quiero escribirlos, esos los quiero en el olvido.
Por el contrario, ahora veo la luz de la mañana entrando en su dormitorio.
-Venga papá, a levantarse... hace sol...[...] Y tú sal de ahí, que molestas...
- No, a la perra déjala aquí , conmigo, siempre conmigo...
[...]
-Tranquilo papá... allí está, contigo

05 noviembre 2006

En tu bosque encantado


Eran las tres de la mañana. Aún me restaban muchos minutos para reparar mi cansancio diario y sin embargo me sentía como si hubiese dormido mis horas reglamentarias. Un sueño me había despertado en medio de la noche y, sin luz, había visto mi propia sonrisa dibujada en la cara.
Una lluvia de hojas secas cayendo por mi cabeza había sido la culpable de mi despertar.
Caminaba de regreso por tu hayedo seguidos mis pasos de un batallón de duendes.
Me había internado en el bosque justo cuando la almohada de mi cama me transportó hacia allí, hacia tu bosque encantado.
Sin embargo en el sueño no era de noche. Los rayos del sol se intercalaban entre las ramas ya desnudas de las hayas y un resplandor anaranjado brillaba allá donde miraba. Era la luz del atardecer. Iba sola.
Desde el camino de regreso de Estanés, justamente donde la hojarasca alcanzaba más de un palmo de espesor, había comenzado mi vuelo hasta tu hayedo. Unas repentinas alas a mi espalda me levantaron del suelo y me llevaron hasta allí. Un olor a humedad, el olor del otoño, impregnaba el lugar y solo el canto de algún pájaro rompía el silencio reinante.
Iba escuchando el sonido seco y crujiente de mis pasos y paré de repente. Tan solo hablaba el silencio del silencio y entonces ocurrió. Alguna hoja del sendero comenzó a moverse y su sonido me inquietó. No sabía exactamente qué era lo que pasaba, tal vez sería algún animalillo del monte. Pero no.
Mi sorpresa alcanzó su grado máximo cuando unos pequeños duendecillos verdes y con indumentaria anaranjada iban saliendo de debajo de las hojas. No había transcurrido un minuto que el número se había multiplicado. Eran decenas los pequeños personajillos que, con una sonrisa picarona en sus semblantes, iban apareciendo en escena.
Atónita por lo inusual del paseo decidí darme a ellos y me senté en el lecho de hojas aprovechando el tronco de un haya como respaldo.
Estiré las piernas y coloqué una encima de la otra alcanzando la sensación de comodidad.
Los hombrecillos comenzaron a trepar por mis piernas. No despegaban más de cuatro centímetros del suelo, pero eran increíblemente ágiles. Poco a poco se fueron acomodando encima de mi cuerpo adoptando posturas que en algunos casos parecían propias de contorsionistas.
No sé por qué pero mi estado de ánimo iba cambiando por momentos. Me dejé llevar por el momento y una plácida sonrisa se instaló en mi rostro mientras que con mi mirada les iba dando el saludo de bienvenida.
Emitían unos sonidos agudos que en la mayoría de las veces, cuando se juntaban varios de ellos para hablar, parecían los chillidos de un grupo de roedores.
En un abrir y cerrar de ojos mi cuerpo de tornó en color azul anaranjado, pues apenas sí cabían más duendes de orejas puntiagudas sobre mí, y sin embargo no sentía ningún peso.
Me atreví a acercarles mi mano y algún duende atrevido trepó hacia ella. Las cosquillas que me prodigaban me incitaban a moverla así que a ellos les debía parecer como un vuelo en medio de un huracán; se agarraban a mi mano colgando sus piernecillas en el espacio y con ayuda de mi otra mano depositaba de nuevo sobre mis piernas a alguno que caía dando volteretas al vacío.
Les miraba como quien mira a la fantasía y ellos me devolvían su interpretación en forma de guiños continuos.
Así transcurrió no sé cuánto tiempo, pero la sensación de paz la recuerdo ahora despierta.
Mi estado consciente no me permite recordar el resto del sueño; podría inventarlo pero no quiero. Tan sólo me apetece ir a tu bosque encantado y encontrarme con ellos.
¿Cuándo?

En este blog cuelgo imágenes que encuentro por la red. Si al autor o autora de alguna de ellas le molesta que así lo haga, sólo tiene que hacérmelo saber y las quitaré de inmediato. Gracias.

¿Quién es Aprendiza?

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Aprendiza de risas, de la vida, del arte de amar, del mundo, del universo, de ti si deseas compartir conmigo. Para los amigos, Aprendiza, sin más.